domingo, 10 de noviembre de 2013

Luis García Montero y la incomprensión del Ser de izquierda. [Luis García Montero; Diario Público]

Breve comentario a Por falta de tiempo de Luis García Montero.


Granada, una ciudad propicia para la confusión. Y en este caso, para la más peligrosa de todas, la confusión ideológica -ingenuidad, que diría Bordieu-. Aunque el señor Luis García Montero no deja de demostrarnos que ha leído con atención al sociólogo francés y que conoce perfectamente la teoría de campo literario, más aún cuando nos llegan las noticias de concursos amañados y doctorandos de su ilustrísima ganando premios literarios en condiciones susceptibles de legítima sospecha.

Qué decir de las calles del eterno Barrio del Albaycín en el que miles de estudiantes Erasmus hacen jogging durante el día y se emborrachan hasta el vómito entre sus callejones en la noche; o de las calles castellanas del centro engalanadas para la nunca despreciable ocasión de unos Juegos Olímpicos eternos. Suponemos que los trucos literarios del autor granaíno no pueden sino salir del Polígono de Amanjáyar, heterolugar de resistencia que don Luis no recorrería ni en taxi. Para el que no conozca el mapa de la ciudad de Granada déjenme que les ilustre: en lo alto de un monte se ubica la ilustre Facultad de Filosofía y Letras, donde se ubica la cátedra de don Luis. Desde los ventanales de la biblioteca de FyL se puede hacer un barrido de toda la ciudad y pueblos de alrededores, lugar propicio y con calefacción para hablar de las desgracias de el Otro. Sería muy rebuscado por mi parte pensar que don Luis -supongo que asiduo lector del fanzine de manta y cresta, de álbumes de los pistols y botas militares, que aboga por la Memoria Histórica  o las bondades de leer en abstracto la etapa de la nunca demasiado simplificada II República: el diario Público (reminiscencias sesentertas, alguna). Papel, digo, que hace unos meses añadió a su currículum la más vergonzosa de sus muchas campañas de polarización filocomunista de jóvenes universitarios insatisfechos: la de su propia supervivencia por falta de fondos-, el poeta, piensa que pensamos que su prosa patética -entiéndase como que induce al llanto, aunque la legitimidad del realismo social nunca haya sido gran cosa- enfocadas en lo que he convenido en llamar micropoesía o poesía de lo presente pueden cambiar la ideología que confiere la universidad como centro de creación de una élite intelectual del que el autor es perfecto estandarte.

Por supuesto, parece sencillo que la ficcional Ana (quizá alguna de sus alumnas -canciones de los Beatles, fotógafra, y autora no confesa de pintadas proveganas- a las que se les pueden percibir el brillo en los ojos que manan de los versos de Lorca y el prestigio que confiere una cátedra llevada a los medios de masas) se salve gracias a la palabra del poeta. Sin embargo Ana, Andrea, Ricardo o Jose Antonio, posibles lectores del diario donde ven reflejados sus más hondos pesares y que consumen con avidez poscapitalista, tendrán que aceptar su papel en la cadena de producción y luchar por la supervivencia como todos los hombres. Claro que Luis García Montero, Poeta, ha adquirido sin que nadie se lo haya pedido la obligación histórica de poner de relieve las injusticias del sistema que lo mantiene. Muy de otra época, don Luis, ya no cuela.

Francisco Galván
franciscogalvanmendez@gmail.com

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